Soy un navegante de los mares de la experiencia humana, una
forma de vida consciente del mundo que se reproduce en su interior, observador
de su realidad exterior. Un conjunto de materia limitada que guarda la esencia
abstracta, pura, serena y clara de mi verdadero yo. Una fábrica de amor, un
invernadero de aprendizaje, un baúl de recuerdos pensados, un animal caduco,
miembro de una comunidad enferma, dividida, alejada de la madre que le dio la
vida, preocupada por motivos supérfluos y prescindibles. Habitante de una era
plagada de espíritus vagantes llamados personas, poblada por la muerte
malintencionada, la avaricia, el egoísmo y el desprecio más absoluto. Un tiempo
en que es preferible ver a tus hermanos morir de hambre o frío a librarse de
las comodidades que alguien te hizo desear. Una sociedad contaminada por metales
redondos y rectangulares pedacitos de papel. Una humanidad perdida, sumida en
los placeres cotidianos que conducen a la infelicidad que produce una
esclavitud espiritual encubierta.
Suelo abrir los ojos y preguntarme por qué la gente tiene
tanta ropa, coches tan vistosos, casas tan lujosas, con modernas pantallas
manipuladoras, cuadros, floreros, candelabros, lámparas e infinidad de objetos
cuyo importe podría alimentar a los niños que perecen antes de convertirse en
hombres por no tener los nutrientes que su organismo vivo reclama para
subsistir. Bastaría con un refugio contra las bajas temperaturas, un lugar de
descanso y alimento, nada más.
Sin embargo, cada hogar no es sino un reflejo de lo que
habita en la humanidad: demagógica política, banca despiadada, publicidad
cautivadora, nacionalismos insensatos, consumismo voraz y excluyente pero,
sobre todo, una crisis de valores que amenaza la existencia humana. Hemos
olvidado lo que somos, un ser más nacido en un hermoso planeta, una oportunidad
de vida consciente sin precedentes conocidos, somos “algo o alguien” con la
capacidad amar, de sentir, de aprender y experimentar, de conocernos a nosotros
mismos y a nuestro entorno, unos verdaderos privilegiados en el juego de la
vida.
Sin embargo, hemos elegido ser ávaros esclavos, entrar en
guerra dominante con nuestras especies vecinas, ser productos comerciales y
despreciar nuestra libertad. Quizá algún día la gente se vea obligada al
despertar. Tal vez algunos ya hayamos emprendido ese camino.
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